El idioma del cerebro adolescente

22.10.2019

Muchos somos los que en varias ocasiones no entendemos a los adolescentes. No entendemos por qué actúan de tal manera o el porqué toman unas decisiones y no otras, quizás más acertadas. Pero toda esta etapa tiene su explicación y esa explicación está en la ciencia, en cómo se está desarrollando su cerebro en esta etapa. Para ello, conozcamos cómo se desarrollan a nivel cerebral y cómo se reflejan estos cambios en la conducta.

En la adolescencia, los cambios físicos son más evidentes y más fáciles de entender que los mentales. Desde la infancia hasta la adolescencia, el cerebro sigue su desarrollo pero de una forma más gradual, desde la parte más posterior (nuca) hacia la parte frontal. El cerebro alcanza su máximo tamaño al final de la infancia, luego permanece constante pero cambiando su estructura. Es la época en la que cobra protagonismo la maduración de las áreas emocionales, afectivas y del raciocinio.

En la infancia el cerebro está formado por materia gris y la propia maduración del cerebro convierte esa materia gris en sustancia blanca. Es decir, el cerebro se reordena de nuevo, unas áreas crecen y otras se reducen. Se produce el llamado podado neuronal, "poda" de muchas actitudes que se tenían en la niñez para dar la oportunidad a construir nuevas conexiones más adaptativas en la etapa adulta, a la maduración emocional y cognitiva.

En primer lugar, se produce la maduración de los lóbulos parietales, que se traduce en el perfeccionamiento del movimiento. En segundo lugar, las áreas encargadas de los procesos sensoriales y, posteriormente, el área frontal y temporal frontal encargadas de procesos cognitivos y emocionales. Por último, la gran protagonista de esta etapa, la maduración de la corteza prefrontal, implicada en el control de los impulsos, el juicio y la toma de decisiones.

Por otro lado, se establecen los circuitos neuronales que forman la memoria autobiográfica, imprescindible para la formación de la propia identidad, el querer saber quién soy y cómo soy. Además, el cerero se hace muy sensible a los matices de aprobación, aceptación o rechazo por parte de sus iguales. Su prioridad se centra en relacionarse socialmente, agradar y gustar. El estrés se dispar ante los conflictos, las relaciones con los demás o el peligro. Pero con las conversaciones que comparten en la intimidad con sus iguales, se relaja el estrés gracias a los estrógenos que activan la liberación de la dopamina (felicidad) y oxitocina (confianza).

Pero bien, ¿todo esto a qué se traduce?

En los adolescentes se produce un cambio muy notorio a nivel familiar, que consiste en el paso de la dependencia del núcleo familiar a la independencia de las relaciones interpersonales y sociales. Los padres pasan de ser unos héroes a ser su "enemigo", entiéndase que va en contra de lo que el cerebro le está pidiendo, que sea distinto.

Están abiertos a todo tipo de experiencias, experiencias que dejan huella, que son específicas y propias de cada uno según su historia de vida, y participan en los cambios de las conexiones neuronales, ya mencionadas anteriormente.

Por otro lado, el cerebro madura por ensayo y error. Los adolescentes ante cualquier respuesta ensayan un control emocional que en algunas ocasiones puede ser aceptada y reforzada por los adultos y otras, no. Pero a medida que van pasando los años ese descontrol emocional va disminuyendo y se va ciñendo al comportamiento adulto. Es esta situación es importante que ellos perciban que maduran bien por su relación con el entorno (padres, profesores y compañeros). Y ahí está la clave de los adultos, evitar reforzar comportamientos emocionales que no son adecuados o beneficiosos para ellos.

Otro aspecto clave en esta etapa, es la maduración de la capacidad de retrasar las recompensas. Por ejemplo, para una niña o niño de 7-8 años, si la recompensa de estudiar o de que recoja su habitación es que al día siguiente va al cine, esa recompensa que no es inmediata no es válida. Sin embargo, un adolescente tiene la capacidad madurativa de entender este tipo de recompensas a largo plazo, como sucede con las notas en bachillerato. Un adolescente es consciente que las notas que obtendrá en este curso les valdrá para selectividad y que según ésta, tendrá más oportunidades de elegir la carrera universitaria que más le guste. Aún así, para muchos este concepto no pueden aplicarlo del todo ya que cada cerebro madura a un ritmo diferente y mentalmente no son capaces de prescindir de ir a jugar con los amigos o con los videojuegos por dos horas más de estudio que les será recompensado en un futuro. Por ello, hay que intentar ponerse en un su piel.

El cerebro le pide al adolescente que tenga su propio criterio y reexperimientar cómo se hace todo de nuevo ya que se da cuenta de que todo lo que sabe y conoce es por sus padres/adultos. Tienen la necesidad de crear, de experimentar, de explorar y necesitan que les ayudemos a crecer y a convertirse en adultos. Y esto, les será familiar a muchos, prefieren equivocarse en una decisión que tomaron ellos mismo que acertar con una decisión impuesta por sus padres. Tenemos que aprender a negociar con ellos, a aceptar sus errores y a escuchar sus argumentos.

Aun así, aunque se tenga la información necesaria, esto no garantiza que no se cometan errores y nos equivoquemos con ellos. No somos fórmulas y cada miembro de la familia tiene su temperamento; pero lo importante de todo esto, es que cuando tenemos información, el rango de error es mucho menor y podemos llegar a entenderlos y a aprender de con ellos.

Fuente: Tormenta cerebral: el poder y el propósito del cerebro adolescente. Daniel J. Siegel

                                                                      Elaborado por Marta Ramírez G.